Entramos al casco antiguo por la
Strada Nuova, que atravesaba la ciudad hasta el río. Era un tramo de la vía
Francigena, el camino de peregrinos que llevaba hasta Roma. La calle era un eje
de vitalidad, tiendas y vistosas edificaciones armoniosas. Se apreciaba un buen
nivel de vida.
La universidad, fundada en 1361
por Galeazzo Visconti, era un hervidero, aunque fuera sábado. Era una sucesión
de patios que podían verse desde la calle. En ella fue profesor de retórica
Lorenzo Valla, un gran humanista nacido en 1407 y autor de importantes obras.
Fue consejero de Alfonso V de Aragón en su corte de Nápoles. También trabajó
aquí como profesor de literatura el poeta Hugo Foscolo y realizó algunos de sus
experimentos Alejandro Volta. Aquí estudió derecho San Carlos Borromeo. Quizás
su alumno más famoso fue Cristóbal Colón cuyas cenizas están depositadas en la
Universidad.
Un pequeño desvío a la derecha
nos condujo a la plaza principal de la ciudad, la plaza de la Victoria. En una
esquina sobresalía la poderosa cúpula que alcanzaba los 97 metros y que se
adjudicaba a Bramante. Los edificios eran de varios estilos pero armonizaban
bien las ventanas geminadas de aire gótico, los balcones y persianas de madera
de un edificio blanco, las terrazas con sus sombrillas y el palacio del
Broletto, algo más bajo, con sus galerías con arcos. Eso era posible en Italia.
Completaba la imagen una colección de coches antiguos que se alineaban en el
centro.
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