Fue un ataque de madrugada el
que permitió escribir una de las páginas más heroicas de nuestra historia. Y de
la de Italia. Las tropas francesas, acantonadas en el cercano castillo de
Mirabello, se vieron sorprendidas por la pinza generada por el ataque de los
refuerzos y los soldados que salieron de la ciudad. El arcabucero español
vencía a la caballería francesa.
Los franceses sufrieron
considerables bajas: 8.000 muertos y unos 2.000 heridos. Cayeron varios de sus
generales. También supuso la captura del rey francés, que recoge un texto de la
época:
... un
hombre darmas... llamado Joanes de Urbieta, natural de la provincia de
Guipúzcoa, como le vio tan señalado, va sobre él al tiempo que el caballo caía,
y poniéndole el estoque al costado por las escotaduras del arnés, le dijo que
se rindiese. Él, viéndose en peligro de muerte, dijo "la vida, que soy el
rey". El guipuzcoano lo entendió aunque era dicho en francés…
… y
quitándole Diego de Avila el almete, él, por limpiarse el sudor, se ensangrentó
un poco el rostro, por donde algunos pensaron estar herido él, pero no fue así.
Luego llegaron algunos soldados y unos le tomaron los penachos y bandereta que
en el yelmo traía; otros cortando pedazos del sayo de sobre las armas, como por
reliquias para memoria, cada uno que podía se llevaba un pedazo de suerte que
en breve espacio no le dejaron nada del sayo. A todo esto siempre se mostró
magnánimo, mostrando holgarse y reír de todo; los soldados le daban pie de qué,
porque le decían cosas donosas para reír...
Francisco I fue dirigido a Madrid, donde firmó un tratado por el que renunciaba a sus pretensiones sobre Milán, Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña. Al ser liberado y cruzar los Pirineos no tardó en aliarse con el Papa contra Carlos I, que había dispensado a su primo un trato exquisito durante su cautiverio. Esa alianza que veía con temor el ascenso del poderío del emperador provocaría, tiempo después, el saqueo de Roma por las tropas imperiales antes de que concluyera la década de 1520.
Nos preguntábamos si habían
nacido aquí los deliciosos "soldaditos de Pavía", bacalao rebozado en
fritura y acompañado por pimientos rojos, de una singular identidad cromática
con la bandera de los Tercios, de fondo amarillo y surcada de ángulo a ángulo
por dos barras rojas como saetas. Sin el pimiento rojo los habíamos degustado
abundantemente en Casa Labra, cerca de Sol, en Madrid. También eran habituales
en Andalucía. Sea como sea, es un delicioso homenaje a aquellos héroes del
siglo XVI.
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