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Imágenes y palabras de Etiopía 10. Las rutinas del emperador.


 

Recuerdo la descripción de la rutina diaria del emperador, que empezaba con su paseo matinal por el parque y con la hora dedicada a escuchar las denuncias que le formulaban el jefe del servicio de espionaje, el ministro de industria y comercio o el jefe de la policía política del gobierno:

El trabajo al que se dedica esta gente es duro y peligroso-contaba uno de esos funcionarios imperiales-. Viven en permanente estado de miedo pues temen dejar de denunciar algo en un momento dado, lo cual les haría caer en desgracia o que la competencia reúna denuncias mejores y que entonces el Emperador piense: ¿por qué Solomon me ha ofrecido hoy un banquete y Makonen tan sólo me ha traído unas migajas… El aspecto mismo de aquellas personas -continúa-mostraba a las claras bajo qué sensación de permanente amenaza vivían. Faltas de sueño, cansadas, actuaban en un febril estado de tensión continua, buscando víctimas en medio del fuerte olor a odio y terror que las rodeaba por todas partes.

El ritual de la hora de los nombramientos en la sala de audiencias tampoco tenía desperdicio. O la hora de la caja, de diez a once, o la de los ministros, que pululaban constantemente por los pasillos de palacio. De doce a una, la hora del tribunal supremo, para impartir justicia. A la una, el almuerzo le llevaba al palacio de las Ceremonias, su residencia. Tras el intento de golpe de estado de 1960 amplió su horario oficial.

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