El tercer imprescindible se
sitúa también muy cerca: el Teatro alla Scala. Se edificó bajo dominio
austríaco, entre 1776 y 1778. El teatro Ducale había ardido el 25 de febrero de
1776. El nuevo emplazamiento ocupó el lugar de la iglesia de Santa María alla
Scala, de la que tomó su nombre. Es uno de los teatros de ópera más famosos del
mundo.
Preside la plaza Leonardo da
Vinci. Le rodean los edificios de la Banca Commerciale Italiana y el palacio Marino,
que mandó construir Tommaso Marino para una amante, según dicen las
habladurías. Sus deudas llevaron a la familia a la bancarrota y a vender el
palacio, que ocupa actualmente el ayuntamiento. Merece la pena la otra fachada
que da a San Fedele.
Una vez conocido el cogollo de
la ciudad habrá que ampliar las exploraciones con nuevos destinos, muchos más
de los que se pueda imaginar en un principio.
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