La iglesia del Santo Sepulcro
estaba integrada en la Pinacoteca Ambrosiana. A su regreso de las Cruzadas, un
caballero mandó construir una iglesia a semejanza de la del Santo Sepulcro en
Jerusalén. Corría el siglo XI y el estilo que prevalecía era el románico, de
ahí que la fachada presentara el habitual rostro de ladrillo rojo y dos torres
que se asomaban a la plaza del mismo nombre. La iglesia se construyó sobre el
antiguo foro romano. Fue Federico Borromeo quien transformó su interior al
barroco, encargando la obra al arquitecto Aurelio Trezzi. Su cripta no había
sufrido transformaciones significativas.
A pocos metros, a un par de
manzanas, se encontraba la iglesia de Santa María presso San Sátiro, edificada sobre un santuario del siglo IX
dedicado al hermano de San Ambrosio, San Sátiro. Quien impulsó la construcción
fue el duque Galeazzo María Sforza, quien encargó el trabajo al arquitecto
Giovanni Antonio Amadeo, quien también trabajó en la iglesia de San Eustorgio,
la Cartuja de Pavía o la catedral de Milán. Los trabajos se prolongaron entre
1472 y 1482 y dio como resultado un espléndido estilo renacentista.
La iglesia sería una más en el
casco antiguo si no fuera por la intervención de Bramante, a quien inicialmente
se adjudicó su autoría. Su colaboración consistió en el trampantojo del ábside,
uno de los primeros que se conocen. El ábside parece abocinado y con una bóveda
que se prolonga, pero realmente es casi plano: es un efecto óptico. Una calle
muy transitada impedía su ampliación. Sin ese efecto de perspectiva la iglesia,
pequeña, hubiera carecido de atractivo.
No olvides callejear por ese
laberinto para descubrir otros atractivos, no siempre visibles para quien no va
advertido.
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