Al sudoeste de via Dante (bajando hacia el Duomo, a la
derecha) se concentraba una zona de calles y edificios atractivos que Carlos y
yo batimos en nuestro anterior viaje. Más al norte estaba el edificio de
Correos, la plaza Affari y la Bolsa, junto con la Cámara de Comercio de Milán.
Pero el objetivo principal era la Pinacoteca Ambrosiana y la contigua iglesia
del Santo Sepulcro. También, cerca, la iglesia de Santa María presso San Sátiro.
El cardenal Federico Borromeo
quiso garantizar la formación cultural gratuita a quien tuviera talento. Por
ello, fundó en 1603 una biblioteca que, algo inhabitual en su época, abrió al
público. Desde 1609 fue un foco esencial en la educación y en la formación de
los milaneses, esencialmente para los estudios de teología. Agrupaba nada menos
que 36.000 manuscritos y 750.000 grabados. Entre sus obras más cotizadas se
encontraba el códex Atlanticus de Leonardo.
El origen de la pinacoteca fue
su colección privada, unas 250 obras. Posteriormente, se fueron depositando
fondos de otras instituciones religiosas. Con el tiempo, llegó a reunir obras
de Leonardo, Botticelli, Rafael (el cartón de la Academia de Atenas), Tiziano,
Caravaggio, Luini, Bassano y una larga lista de autores de primera fila. Habría
que dedicarle unas cuantas horas para poder hacerse una idea.
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