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Milán, Pavia y los lagos 20. Accediendo al palacio.

 


Para acceder a los jardines, que era nuestra mayor curiosidad, había que hacerlo por el palacio. La visita completa costaba 15 euros por persona. El precio alto podía ser un aviso de la magnificencia del lugar. Realmente, era propio de un soberano. El despliegue de lujo llegaba a ser exagerado.

Fueron Giulio Cesar III y Carlo III quienes iniciaron la construcción del palacio, si bien fue Vitaliano VI quien le dio su impulso definitivo en 1670. Tres siglos después aún se realizaron obras que modificaron su configuración. En 1948, Vitaliano IX construyó el salón Nuevo, la fachada norte y los muelles.



La escalera para acceder al piso superior, que era por donde se iniciaba la visita, estaba adornada con unos enormes escudos. Había que dejar constancia de la nobleza de la familia. En las primeras salas la acumulación de cuadros en varios niveles llenando casi completamente las paredes era un poco agobiante. Ese era el caso de la galería Berthier. Era una pena porque las pinturas eran de una gran calidad y de autores afamados. Se alternaban santos y escenas religiosas con retratos de personajes o de miembros de la familia. El mobiliario era acorde con el lujo general. Por supuesto, suelos magníficos y techos a juego.

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