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Milán, Pavia y los lagos 19. Isole Bella.


 

Nos dirigimos hacia Stresa, una de las localidades del lago que permitían el acceso a las islas. El trayecto fue agradable y al acercarnos hacia los Alpes aparecieron en las montañas hermosos pueblos y casas incrustadas en el verdor de las mismas. El tráfico era muy intenso.

Desde el embarcadero se divisaban fácilmente la Isole Bella con su palacio y jardines y la más modesta isla de los Pescadores con su iglesia y un conjunto de casas y restaurantes. Era un buen lugar para comer y dar un paseo. No tuvimos que esperar demasiado hasta que salió el barco que nos condujo a Isole Bella. La contemplación de esta isla desde las aguas del lago nos cautivó de forma inmediata.


Isla de los Pescadores.

No entramos directamente en el palacio. Nos sentamos a la terraza del restaurante que daba al lago. El restaurante era poco más que un merendero, pero ese emplazamiento mirando hacia las montañas lo convertía en un lugar privilegiado. Pedimos unas cervezas y unos paninos -el hambre apretaba- y entre sorbos largos de cerveza alimentamos la espera contemplando la orilla que se nos ofrecía a la vista.

El bosque quedaba interrumpido por las villas, algunas sencillas, otras auténticas mansiones con una gran elegancia. Había tres niveles, el inferior coincidiendo con la orilla, otro intermedio con algunas construcciones soberbias, y otro más alto que se estructuraba como una banda clara, quizá un pueblo. A esa hora bastante gente abandonaba la isla. Éramos visitantes tardíos.

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