San Carlos Borromeo fue un santo
muy querido en toda Europa, donde le consagraron varias hermosas e importantes
iglesias. La favorita de Amparo, mi hermana, a la que mi sobrino y yo debemos
el mismo nombre del santo, es la de Viena. Por supuesto, Milán acoge una cerca
del Duomo.
No alcanzó a ser nombrado papa.
No le fue necesario a este ilustre cardenal alcanzar la máxima jerarquía de la
Iglesia para subir a los altares. A él se debió el impulso de la Contrarreforma
en Italia. Tuvo una importante labor en el Concilio de Trento.
El santo pertenecía a una de las
familias más ricas de la Lombardía y de Italia, los Borromeo, que dieron a la
Iglesia otros seis cardenales. El cardenal Federico Borromeo fue el fundador de
la biblioteca y la pinacoteca Ambrosiana. La familia siempre mostró especial
sensibilidad por el arte. La familia se instaló en 1395 en Milán huyendo de las
intrigas de la Toscana. Supieron moverse bien en la intrigante política
italiana de la época. Favorecieron el ascenso de los Visconti y cuando la
estrella de esta familia declinó se asociaron con los Sforza. Se casaron bien y
amasaron una ingente fortuna como banqueros con actividad en varios puntos de
Europa. En 1447 compraron el feudo de Arona y tomaron el control del lago
Maggiore. Aun les pertenece una parte importante del mismo.
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