La relación de Bulgaria con Extremo
Oriente era nula, según mis antecedentes. Sin embargo, en las salas siguientes se
desplegaba una maravillosa colección de arte asiático. La colección de arte birmano
fue donada por Osman Aldi, Ismen Shaban y Stefan Stefanov. La de textiles y
objetos de Indonesia por el Embajador de este país en Fofía H. E. Sri Astari
Rasjid.
La colección de escultura de la
India me pareció sencillamente espectacular, con una buena representación de
los principales dioses hinduistas. Exhibían también buenas miniaturas mogolas con
escenas de las epopeyas indias, como el Mahabarata, el Ramayana o
el Baghavad Gita. Más allá, una buena colección de estampas
tradicionales japonesas (las ukiyo-e) en la que no podía faltar la Gran
ola de Hokusai. En la misma planta, habían desplegado obra religiosa
portuguesa de Goa, que veía por primera vez. En el único lugar donde podía
encontrarse algo similar era en Lisboa.
En el sótano se desplegaba una
impresionante exhibición de esculturas de África: Congo, Costa de Marfil, Mali
o Nigeria. También de América latina, especialmente de México. Sin embargo,
seguía dominando el arte asiático de Indonesia, Tíbet, Nepal, Vietnam,
Tailandia o Myanmar. Tener al alcance de la vista una colección tan amplia y de
tanta calidad era un lujo por lo que la recorrí con calma estudiando las piezas
y recordando algunos de mis viajes por esos países.
Me quedaba aún un rato más. Subí
una planta y seguí contemplando obras búlgaras que se alternaban con autores
europeos, principalmente franceses y de Europa Oriental. Había obras de Picasso,
Dalí, Miró y Goya. No había paneles explicativos.
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