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Un paseo por Sofía y Plovdiv 119. Últimas maniobras y un pequeño susto.


 

Me metí por calles secundarias buscando el edificio de la Ópera. Seguí sorprendiéndome con la alternancia de edificios señoriales y bloques infumables. Quizá llegue un día en que arreglen este entuerto.

El sol picaba con fuerza y el calor era insoportable si abandonabas la sombra. Avancé en dirección oeste hacia el hotel. Era consciente de que era mi último paseo por una ciudad que me había encantado. Una gran desconocida hasta entonces. Un lugar muy aconsejable.



Recogí mi equipaje en el hotel y salí decidido hacia el metro. La línea 2 me llevaría a Serdika y allí tomaría la línea 4 hasta el aeropuerto. El trayecto aún me depararía dos sorpresas nada gratas. Había que darle un poco de emoción.

Al hacer el transbordo de la línea 2 a la línea 4había tomado un tren que me obligaba a un nuevo transbordo en la misma estación donde se bifurcaban las líneas amarilla y roja. Me extrañó que parara tanto tiempo. Presté atención al mensaje de megafonía demasiado tarde, le pregunté al señor de al lado y el hombre me explicó como pudo que tenía que bajar y esperar a otro tren en la misma vía. Algo extraño. No insistió para que bajara y allí me quedé. Volví a preguntarle y me dijo que cambiara. Para cuando me levanté, las puertas se habían cerrado. Me dijo que en la siguiente estación diera la vuelta. Lo malo es que el tren tardó 10 minutos. Y luego otros 6 minutos para el de conexión. El margen que llevaba se había consumido.



Al terminar el trayecto una señora mayor que viajaba a Málaga me preguntó desde qué terminal salía su vuelo. En la tarjeta de embarque no aparecía. Tampoco en la mía. La terminal más cercana era la 2, a la que había llegado el miércoles anterior. Entré y no encontré mi vuelo en los paneles. Pregunté y me dijeron que salía desde la terminal 1, a 3 kilómetros. Había una lanzadera gratuita que salía en media hora. Busqué un taxi, el conductor puso mala cara y en pocos minutos estaba allí. Me costó 6 leva.

Allí terminaron mis leves infortunios. Me atendió un chaval de la aerolínea con entusiasmo, pasé el control de seguridad y pasaportes y di un paseo por la escasa oferta de las tiendas. Comí un bocadillo y tomé una botella de agua. Mandé unos mensajes mientras estaban llamando para embarcar.

El vuelo no iba lleno. Salió puntual.


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