Me metí por calles secundarias
buscando el edificio de la Ópera. Seguí sorprendiéndome con la alternancia de
edificios señoriales y bloques infumables. Quizá llegue un día en que arreglen
este entuerto.
El sol picaba con fuerza y el
calor era insoportable si abandonabas la sombra. Avancé en dirección oeste
hacia el hotel. Era consciente de que era mi último paseo por una ciudad que me
había encantado. Una gran desconocida hasta entonces. Un lugar muy aconsejable.
Recogí mi equipaje en el hotel y
salí decidido hacia el metro. La línea 2 me llevaría a Serdika y allí tomaría
la línea 4 hasta el aeropuerto. El trayecto aún me depararía dos sorpresas nada
gratas. Había que darle un poco de emoción.
Al hacer el transbordo de la
línea 2 a la línea 4había tomado un tren que me obligaba a un nuevo transbordo
en la misma estación donde se bifurcaban las líneas amarilla y roja. Me extrañó
que parara tanto tiempo. Presté atención al mensaje de megafonía demasiado
tarde, le pregunté al señor de al lado y el hombre me explicó como pudo que
tenía que bajar y esperar a otro tren en la misma vía. Algo extraño. No
insistió para que bajara y allí me quedé. Volví a preguntarle y me dijo que
cambiara. Para cuando me levanté, las puertas se habían cerrado. Me dijo que en
la siguiente estación diera la vuelta. Lo malo es que el tren tardó 10 minutos.
Y luego otros 6 minutos para el de conexión. El margen que llevaba se había
consumido.
Al terminar el trayecto una
señora mayor que viajaba a Málaga me preguntó desde qué terminal salía su vuelo.
En la tarjeta de embarque no aparecía. Tampoco en la mía. La terminal más
cercana era la 2, a la que había llegado el miércoles anterior. Entré y no
encontré mi vuelo en los paneles. Pregunté y me dijeron que salía desde la
terminal 1, a 3 kilómetros. Había una lanzadera gratuita que salía en media
hora. Busqué un taxi, el conductor puso mala cara y en pocos minutos estaba
allí. Me costó 6 leva.
Allí terminaron mis leves
infortunios. Me atendió un chaval de la aerolínea con entusiasmo, pasé el
control de seguridad y pasaportes y di un paseo por la escasa oferta de las
tiendas. Comí un bocadillo y tomé una botella de agua. Mandé unos mensajes
mientras estaban llamando para embarcar.
El vuelo no iba lleno. Salió
puntual.
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