Tras la visita a la casa museo
de Peyu Yavorov, que ya he descrito en páginas anteriores, dirigí mis pasos
hacia la Galería Nacional. Pasé ante la Galería de Arte de la Ciudad, de vivos
colores y con varias esculturas modernas en su entorno, me interné en el Jardín
de la Ciudad, volví a fotografiar, como no podía ser de otra forma, el Teatro
Nacional, con un efecto muy diferente al de la noche anterior, y me encaminé
hacia el antiguo Palacio Real. En una de sus alas estaba la Galería Nacional.
En la otra, el museo Etnográfico. Había pasado varias veces frente a su fachada
amarilla y elegante, y me había conjurado para su visita.
Nada más entrar en aquel
edificio palaciego te recibía una vistosa escalera de dos brazos. Pagué la
entrada de 6 leva y subí a la primera planta en donde habían desplegado
la exhibición “El palacio del arte”. En las primeras salas destacaban los
retratos de los primeros príncipes y zares acompañados de sus familias.
Alejandro de Battenberg, quien fuera elegido príncipe tras la independencia,
teniendo que abdicar en 1887, era la primera figura destacada.
Los paneles facilitaban amplias
explicaciones sobre las vicisitudes históricas que había vivido la monarquía búlgara
con grandes esperanzas y decepciones. Desde la independencia del poder turco,
la compleja historia de este país había estado plagada de inestabilidad, si
bien el progreso económico y los afanes de libertad y democracia, como en otros
países europeos, suponían un cambio positivo.
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