Designed by VeeThemes.com | Rediseñando x Gestquest

Un paseo por Sofía y Plovdiv 108. Llegando al pueblo.

 


Me crucé con el autobús que subía. Saludé a mi conductor favorito por sus servicios prestados. Me devolvió el saludo. Controlé la hora para ver hasta dónde podía apurar. Algo más abajo, me encontré a la familia del monasterio que trataban de averiguar a qué hora pasaba el siguiente autobús: casi 40 minutos. Me animé a seguir.

Aparecieron los primeros signos de urbanismo: un restaurante, una casa envidiable. Las vistas sobre Sofía eran ahora más diáfanas. La ciudad me pareció extensísima.



Con el mayor agrupamiento de casas las paradas estaban más juntas. En un lugar dudé si debía de ir por la derecha o por la izquierda. No ayudaron mucho los dos siguientes coches. Uno giró hacia un lado y el otro se decantó por el otro. Me recordó a aquellos cuentos albaneses del camino “de irás y no volverás”. Tomé a la derecha.

En un pequeño y rústico restaurante donde los currantes de la zona comían compré una Coca Cola para reponer líquido y glucosa. Pregunté por la parada. Un joven me indicó su ubicación. Allí me encontré al matrimonio con las dos niñas. Escribí un rato a la sombra. La pequeña no me quitaba ojo. Llegó el autobús con mi buen amigo el conductor. Se sonrió. Esta vez pagué el billete. A pesar de las obras y los desvíos llegamos en pocos minutos.



No me calenté mucho la cabeza para localizar un lugar donde comer. El centro comercial ofrecía bastantes alternativas. Estaba algo matado.

Me entró sueño. Sin embargo, me resistí y tomé el metro hasta el Palacio Nacional de Cultura.

0 comments:

Publicar un comentario