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Milán, Pavia y los lagos 4. Sobre las cubiertas del Duomo.


 

El Duomo lo inició el duque Gian Galeazzo Visconti en 1386 y quedó concluido en 1813. Lo maravilloso es que los sucesivos rectores de la ciudad y los arquitectos que coordinaron su impulso respetaron el proyecto original. Tres mil quinientas estatuas se apoderan de todos los ámbitos.

Los cuatro habíamos estado en la catedral pero Amparo y José Luis no conocían el tejado. Sacamos el ticket más caro (15 euros, ascensor incluido) y ascendimos con la velocidad de la técnica. En lo alto nos dieron la bienvenida los arbotantes y las gárgolas. El bosque de piedra tenía tendencia hacia las alturas.



Siempre me han fascinado las gárgolas. Tienen algo fantasmagórico, enigmático, de monstruos condenados a vivir con la boca abierta a perpetuidad. En ellas los escultores daban rienda suelta a su lado más surrealista o provocador. No era fácil captar sus detalles y su mensaje por su ubicación en las alturas.

Avanzamos por el lado norte (el sur estaba en restauración). Se sucedían las plazas entre arbotantes, los rostros de santos, las flechas coronadas de esculturas. También las ventanas de piedra sobre la plaza de la ciudad. El gótico lo envolvía todo.



La torre de San Gotardo in Corte, alta, románica y de ladrillo, sobresalía por encima del palacio Real. Avanzando un poco más contrastaba con la moderna torre Velasca. Los tejados uniformes de rojo oscuro quedaban por debajo. Los edificios se sucedían y se agrupaban. Alguna fachada rompía la monotonía con sus colores o sus formas. Las terrazas de las casas gozaban de poca intimidad. Lejos, las torres de cristal de la ciudad moderna. La ciudad se extendía hasta el horizonte.



Las cúpulas y los campanarios marcaban la situación de las iglesias. Traté de identificarlas pero mis conocimientos no eran suficientes. Tampoco era necesario porque lo que buscábamos era una visión de conjunto.

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