Su hijo Pencho (1866-1912), poeta
modernista, no gozó de buena salud. A los 18 años se quedó dormido en un banco
mientras nevaba y contrajo una neumonía que le dejó considerables secuelas, como
la dificultad para andar, hablar o escribir, con episodios de melancolía.
Encontró su salvación en la literatura.
Pasó una larga temporada en
Leipzig y regresó a Bulgaria en 1898.
Fue nombrado director de la
Biblioteca Nacional de Bulgaria. En 1911, por desavenencias con el ministro de
Cultura, fue destituido. Decidió marcharse a Suiza y vivió en varias ciudades
antes de trasladarse a Italia. Murió en Brunate, cerca del lago Como, en 1912.
Él y la que siempre consideró su esposa, aunque no se casaron, Belcheva, fueron
homenajeados con su efigie en los billetes de 50 leva emitidos en 1999 y
2006.
A unos cientos de metros estaba
la plaza Slaveykov, digno homenaje a mis queridos padre e hijo, que estaban
representados en un grupo escultórico sentados a un banco. Por supuesto, me
senté con ellos y me fotografié. Aunque la guía indicaba que era la plaza de
los libreros, el gran mercado de libros al aire libre, lo único que encontré
fue una amplia plaza rectangular con la American Corner y la Biblioteca
Nacional, de la que había sido director Pencho. Accedí a ella, para honrar su
recuerdo, pero ello no fue suficiente para que el portero me permitiera pasar.
Me echó con cajas destempladas. Cualquiera le explicaba mis deseos y mis
amistades literarias. Me pegó una barrila en búlgaro, bastante indignado. Le
contesté en mi mejor español, como era de rigor. Lo aprovecharon dos suculentas
jóvenes para colarse y con las que se encaró con furia. Ellas sí que deberían haber entendido el
cartel que informaba del cierre.
Quien esté interesado en Yabarov,
Slaveykov y otros autores búlgaros puede disfrutar de ellos en Hacia la
literatura búlgara a través de la traducción, en edición bilingüe de Ediciones
del Orto, de 1996, versión y notas de Tania D. Láleva.
En la misma calle contemplé la
placa de Todor G. Vlaykov (1865-1943) en la que fuera su residencia desde 1895.
Era el autor de La nieta del abuelo Slavchov, el fundador del Sindicato
de Profesores Búlgaros y el fundador y primer líder del Partido Radical Democrático,
que creó para impulsar sus ideales educativos y sociales.
Me llamó la atención que
hubiera varios escritores búlgaros afincados en España que editaban en versión
bilingüe, en autotraducción o en ediciones directamente en español. El
arraigo de la literatura búlgara era mucho mayor del que hubiera podido
vaticinar antes de mi viaje.
Desde luego, aquel tramo de
calle me introdujo a la vida y desvelos de aquellos literatos que habían vivido
a caballo entre los siglos XIX y XX.
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