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Un paseo por Sofía y Plovdiv 87. Peyu Yabarov y su casa-museo II.

 


Cuentan que su otro gran amor fue su activismo político y revolucionario muy vinculado con la causa de Macedonia que defendía la Organización Interna Revolucionaria de Macedonia, a la que pertenecía Peyu. Quizá ese perfil patriótico, unido a sus versos incendiados de heroísmo y amor, atrajeron a las mujeres, lo que provocó los celos de Lora, que acabó suicidándose. Peyu, en su desesperación, también se pegó un tiro. No murió: quedó ciego. La familia de Lora le culpó de su muerte; le acusaron de haberla asesinado. Entablaron un pleito contra él. La sociedad le dio la espalda, le había condenado y optó por abandonar este mundo envenenándose. Esta vez el remedio fue desdichadamente eficaz.



El interior de la casa era sencillo, una casa burguesa de principios del siglo XX. Denotaba cierto nivel económico. El salón parecía habitado por sus espíritus, el mobiliario como si hubieran salido un rato antes para una visita de compromiso. Se me apareció la pareja en limpia armonía, viviendo su amor y demostrando una pasión que apenas podían esconder por pudor. Nada cabía sospechar del trágico final. El dormitorio era más sencillo. Observé el diván en que murió, su máscara mortuoria. Y la carta con su adiós. La luz no impidió que la habitación me transmitiera oscuridad, temor, vibraciones negativas. Respiraba muerte.



El gabinete era práctico. La mesa en que escribió sus últimos poemas miraba al exterior. La ventana iluminaba el interior. Esas tres salas eran las únicas que pude visitar.

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