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Un paseo por Sofía y Plovdiv 81. El museo nacional de Historia 3.


 

Una espaciosa plaza en la que penetraba la luz exterior aglutinaba una parte importante del mundo medieval. Tuve la sensación de regresar a un mundo conocido al ser similares las manifestaciones artísticas y culturales a las de Occidente, con importantes matices. Puertas sagradas, textiles de un impactante diseño, frescos, mobiliario sacro, orfebrería y otros objetos me impresionaron.



Salí a la cafetería, me senté y bebí un refresco, escribí un poco, contemplé la montaña y la mutación del cielo desde la oscuridad de las nubes hasta un sol de justicia. Llegaron un par de grupos y hui de ellos.



Regresé al interior con la impresionante colección del periodo de la dominación otomana que abarcaba desde finales del siglo XIV hasta el último tercio del siglo XIX. Los trabajos de orfebrería, nuevamente, eran extraordinarios. En una sala exhibían unos frescos con el juicio final, iconos y objetos litúrgicos, libros de salmos, muchos editados en Venecia en el siglo XVI, cruces con miniaturas e iconostasios. La religión y la iglesia estaban muy presentes en la historia de Bulgaria.



Subí a la zona de trajes militares y la época del movimiento para la independencia, abundante en armas y objetos cotidianos. Me agradó la parte dedicada a los primeros pasos del cine. Atravesé el periodo de la Segunda Guerra Mundial, que tantos quebraderos de cabeza causó a este país. Tampoco me entretuve demasiado en la zona etnográfica y de trajes populares. Era consciente de que aquello era inabarcable en una mañana y podía caer en la saturación.



Salí y abandoné la idea de ir a Digrilitsa. Era una movida tomar el 64, cambiar al 66 y probar fortuna.

En el 2 volví a entrar en contacto con el proletariado soberano, los jardines sin cuidar, los edificios descascarillados, el mundo gris y sin aparentes esperanzas.

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