Designed by VeeThemes.com | Rediseñando x Gestquest

Un paseo por Sofía y Plovdiv 74. Terrazas y café con hielo.


 

El calor era ese invitado omnipresente, como la represalia por un gran pecado colectivo. Había despoblado las calles. Los empleados de las tiendas se resignaban y nos miraban como corderos degollados por la ausencia de clientes. Aunque hubieran cerrado no hubieran perdido nada. Quizá no lo hacían porque les mantenía vivos el aire acondicionado.

Continuamos hacia la zona copera de la noche anterior buscando el contacto humano. Por supuesto, con mucha menos gente. Quienes no estaban locos se resguardaban en sus casas o en los hoteles. Los tendidos de sol estaban condenados al ostracismo. Serían ideales para someter a tortura a cualquiera. Hubieran reconocido lo que quisieran sus torturadores. El suelo escupía fuego y se agradecían los pulverizadores. Ayudaban a socializar en una tarde de domingo en un verano tórrido.



Nos sentamos en una terraza y Tatiana me preguntó por mis planes. Le comenté que habían anulado mi excursión programada a Lovech y las cascadas de Krushunski, por lo que me dio un par de consejos para los alrededores de Sofía que apliqué con éxito.

Fue ella quien me señaló a las parejas de jovencitas de modelitos refrescantes y preciosos rostros. Se reía cuando le decía que eran un regalo para la vista. Observamos a los grupos de gente, a las familias con niños pequeños. La contemplación iba acompañada de música moderadamente bailable. Me encantan los lugares de paso. Y la gente que camina con un paso ideal para no sudar más de la cuenta. Yo había sudado completamente lo que me había bebido (y algo más). La cara la llevaba saturada de sol, quemada y tirante. No había forma eficaz de refrescarme. Un café con hielo que me había aconsejado una camarera joven y encantadora me había devuelto la vida.

0 comments:

Publicar un comentario