Bajo hasta la gran mezquita
Dzumaya y giro a la izquierda. Busco recorrer calles aún inexploradas por mí, aunque
carezcan de interés. Voy paralelo a la calle peatonal principal. En ésta la
animación brilla por su ausencia. Alguna casa vistosa se alterna con otras más
bien deseosas del cariño de un propietario que le preste sus esfuerzos para
rehabilitar su fachada. En esta calle es más fácil disfrutar de las sombras.
Tatiana me ha citado en Sveta
Marina, la iglesia de santa Marina, marcada como una de mis imprescindibles. Lo
es por dos razones. Una, es obvia: su hermosura. Otra, su relación con el libro
de Wagenstein. Por una bocacalle que se acerca al talud de la colina la
localizó.
Mi entrañable amiga me espera a la
sombra de la galería porticada de la iglesia. Dejo que mi mente se ausente unos
segundos y me traslade al encuentro de Araxi y Albert Cohen cuando eran unos
niños y celebraron allí “su boda”. Décadas después, volverán a encontrarse en
el mismo lugar. Tatiana sonríe al ver mi rostro absorto, me pregunta y le
cuento lo que pasa por mi cabeza. Ella también leyó Lejos de Toledo hace
muchos años. Entre los dos recomponemos el cuadro, nos reímos abiertamente por
algunas de las escenas y personajes, por Abraham el Borrachón y sus amigos de
juergas, el rabí Menashé Leví, el pope Isaías, el mulá Ibrahim hodja,
los cuatro locos de pasión por la viuda Zülfiye, la abuela Mazal, fiel a hablar
en ladino, el músico Manush Alíev, el alma de las tabernas con su orquesta
balcánica, Kostas Papadopoulos, el fotógrafo Kostaki el Eterno, el profesor
Stóichev, enamorado de la madre de Araxi, Marie Vartanian, el gitanillo Sali,
Shukri el Albanés o el pérfido abogado Karalámbov al servicio de las mafias. Seguro
que nos acordaremos de muchos más que nos hicieron gozar con la lectura y ahora
se agolpan en la galería para volver a deleitarnos y dar un significado
especial a este nuevo encuentro con Tatiana.
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