El destino de muchas casas fue
su transformación en pequeños y suculentos museos donde se ordena una parte de
la cultura de la región. Otras, se han convertido en hoteles y restaurantes. Está
claro que los dueños se han tenido que buscar la vida para mantener ese precioso
y preciado patrimonio. Hay quien ha mantenido su intimidad y ha colgado un
cartel anunciando que su casa no es visitable. No quieren que les molesten.
Me alejo del cogollo me has
visitado y busco la calle de los artesanos. Me tienta alguna tienda, no penetro
en ninguna. Atravieso una puerta en la muralla. Mis pasos me conducen hasta la
muralla bizantina, de la época del emperador Justiniano (540-550 d. C.). En el
836 la ciudad se incorporó al imperio búlgaro con el kan Malamir. Un kiosco a
la sombra de los árboles pasó a mejor vida devorado por las pintadas.
Se suceden nombres de antiguos
dueños que bautizaron las casas: Georgi Kendindenoglou, Georgy Pavlity, Georgi
Danchov. Parece que llamarse Jorge era una garantía de éxito en los negocios.
La iglesia Sveta Nedelya es
luminosa y espectacular, menos abigarrada que otras ya visitadas. El
iconostasio es de madera negra, bien tallada. Compite con los dorados del
púlpito y la silla del pope. Paso la mirada por los iconos, por los frescos de
los muros y la cúpula.
0 comments:
Publicar un comentario