Designed by VeeThemes.com | Rediseñando x Gestquest

Un paseo por Sofía y Plovdiv 60. El museo de Iconos.

 


Agradecí el refugio del museo de Iconos. Necesitábamos ausentarnos del fuerte calor que lo impregnaba todo y que regresaba constantemente a nuestro paseo. Estaba junto a San Constantino y Santa Elena y agrupaba una colección desde el siglo XV al XIX. Albergaba obras de pequeñas iglesias que de otra forma hubieran desaparecido o hubieran salido ilegalmente del país hacia colecciones particulares de potentados de escasos escrúpulos o museos que harían la vista gorda sobre su procedencia.



Había contemplado en esos días muchos iconos, un elemento esencial en la decoración litúrgica ortodoxa. Sin embargo, en el museo había la opción de observarlos en conjunto, descontextualizados de los lugares para los que fueron destinados, es cierto, pero bien explicados para el disfrute de quienes, como yo, éramos profanos en esta práctica artística. En el museo disfrutabas de todos los genios de este arte, como el ya mencionado Zahari Zograf, la Escuela de Edirne o la de Tryana Samokov. Era la única oportunidad de estudiar este mundo repartido por toda la geografía búlgara.



Vírgenes, santos, escenas de historia sagrada, la Dormición de la Virgen que para nosotros sería el misterio de la Asunción, que compartíamos, aunque con otros matices. Los Siete Santos Letrados de la Iglesia búlgara (Cirilo, Metodio y sus cinco discípulos: Clemente, Naum, Sava, Gorazdo y Anguelario) también estaban ampliamente representados. Su festividad era reciente, el 27 de julio.

Esas representaciones continuaban siendo atípicas para mí, un misterio iluminado por algo más que la buena mano de un artista. Eran figuras y escenas idealizadas, sometidas a unos cánones que evolucionaban, aunque esos cambios eran casi imperceptibles para un no iniciado como yo que no identificaba de forma profunda este arte. Solo lo disfrutaba, me emocionaba, me sorprendía con esas imágenes de San Juan Bautista abrazando su cabeza decapitada, las reuniones de todos los santos o los Hierosolymitanum con algunas escenas de una inmensa creatividad. Cada vez me llegaban más al corazón.



Tatiana tenía que regresar y me emplazó para la noche. Cenaríamos juntos. Me mostró el camino hasta mi hotel. El plano que me habían entregado en la oficina de turismo fue muy útil.

De camino, me colé en la iglesia de San Cirilo y San Metodio y admiré sus frescos y su iconostasio. Su exterior era clásico.

Crucé el río por el puente peatonal y me refugié en la mole del Grand Hotel Plovdiv. El aire acondicionado me devolvió el ánimo. Como la ducha y una leve siesta. Notaba la cara tirante por el sol que se había acomodado en mi piel.

0 comments:

Publicar un comentario