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Un paseo por Sofía y Plovdiv16. Las tumbas tracias.


 

Estas tumbas eran ricas en objetos fabulosos, como ropa, joyas o armas, y otros para la otra vida, para el camino, como alimentos o monedas con los que pagar la tarifa a Caronte por el paso tras la muerte. Alrededor podía haber otras tumbas que contenían carruajes, animales, como caballos, perros toros o ciervos. Me recordaron a las tumbas egipcias. Esos objetos en oro y plata habían aportado una información muy relevante.



Muchos de esos túmulos fueron magníficas obras de arquitectura con varias estancias o un templo, cubiertas por bóvedas o cúpulas, adornados sus muros y techos con frescos y relieves que representaban momentos cotidianos o hazañas del jefe tracio que era divinizado a su muerte, de ahí que fueran objeto de veneración y se utilizaran como lugares de culto. La cámara de los santuarios simbolizaba el útero de la Madre-Tierra con una función iniciática. Quien entraba en ese lugar sagrado era recibido por el sacerdote-iniciador. La ceremonia se celebraba cuando la luz del sol penetraba en la cámara, el momento de la hierogamia, la relación sexual entre la Tierra y el Sol. El Sol, que era el Hijo, entraba en el útero de la Madre-Tierra, de la Diosa-Madre que se convertía en Fuego, que era el Hijo con distinta apariencia. El Hijo-Sol había trazado una senda de energía cósmica en la fecundación.

Era el momento de entrar al museo.

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