Durante el paseo me ofrecieron
probar una copa de vino blanco de la marca Angel’s. Lo promocionaban
unas atractivas mujeres vestidas de blanco y con alas desplegadas, muy apropiadas
para identificar la marca. La tradición del vino en Bulgaria se remontaba a los
tracios, cuando era utilizado con fines religiosos. Desde la década de 1960 se
habían decantado por la calidad y habían elaborado buenos caldos con excelentes
ventas en el extranjero. En la guía confirmé las principales zonas: la cuenca
del Danubio, la cercana a la costa, el valle de las Rosas, la llanura tracia o
el valle del río Struma.
No me entretuve demasiado. Se
hacía tarde y al día siguiente tocaba levantarse pronto para tomar el tren que
me conduciría a Plovdiv.
Los colores de la noche me
atraparon durante mi regreso. Sofía era una ciudad bien iluminada… en edificios
oficiales y monumentos. Las ciudades hay que gozarlas por el día y por la noche,
en diferentes momentos, con diferentes ambientes y gentes. Por la noche, el
tráfico era muy reducido pero la diversión movilizaba a jóvenes y menos jóvenes
que se negaban a dejar pasar esas horas de temperaturas suaves, música y
diversión. Las terrazas atraían como cantos de sirena.
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