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Un paseo por Sofía y Plovdiv 39. El monasterio de Rila III. El interior.


 

Describir toda la serie de pinturas sería extenso e inútil. Era una experiencia tan personal que lo único que haría es quizá confundir al lector o al futuro visitante. Predominaba el infierno, con escenas de Zahari Zograf, el gran artista del siglo XIX, que nos trasladaban a un mundo de castigo con algunos seres impactantes. Sin embargo, el resultado era luminoso. Me senté en un muro bajo y contemplé y fotografié el conjunto. Me impregné de aquellas escenas. Intentar descifrarlas e identificarlas me ayudó a disfrutarlas. El dramatismo, la fe, la inocencia, a veces, el peligro del castigo, la magnanimidad, la nobleza, el clero, el pueblo llano… todo tenía un hueco en aquella Biblia.



El interior era aún más espectacular. La luz se filtraba con fuerza por las pequeñas ventanas, desde la cúpula con el Cristo pantocrátor, sereno, majestuoso. La vista se fue acostumbrando a la penumbra. Empezaba a conocer los ciclos religiosos de las diversas escenas cargadas de solemnidad.



Lubomir nos llevó hasta la tumba del último gran rey, Boris III (el reinado de su hijo fue muy breve). Murió envenenado poco antes de terminar la Segunda Guerra Mundial. Se desconoce si fueron los comunistas, que ya habían atentado contra él en la iglesia Sveti Nedelya de Sofía, en 1925, o los nazis, como represalia por no deportar a los judíos. Sólo estaba enterrado su corazón. Su cuerpo había sido sepultado en otro lugar y cuando abrieron su tumba para trasladarlo a Rila encontraron con sorpresa que únicamente se conservaba el corazón.



Me impresionaron la inmensa lámpara y el alto iconostasio. En el centro, un andamio y el desarrollo de una rehabilitación.

Di varias vueltas y me colé por todos los rincones. Impresionante.

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