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Un paseo por Sofía y Plovdiv 37. El monasterio de Rila I. Intramuros.


 

El autocar nos depositó cerca de la puerta Dupnista, la entrada oeste. Estábamos ante unas formidables murallas de unos 20 metros de altura que daban al complejo un aspecto de fortaleza. No sé si para impedir el acceso al pecado, pero desde luego bastante concluyentes contra fuerzas del mal más terrenales, como los bandidos que atacaban a los peregrinos o al propio monasterio, que se defendió con un pequeño ejército de unos 40 soldados.



Penetramos en el patio y sentí una alegría inmensa, quizá como la que hubiera sentido un peregrino que alcanzara el lugar tanto tiempo deseado. Ahora tenía ante mí aquella joya arquitectónica y aquel lugar tan sagrado, de honda significación para el creyente. Lubomir nos agrupó y nos dio las primeras explicaciones generales. Después nos acercó a la iglesia de la Natividad y al interior. Sus explicaciones me sirvieron para interpretar mejor Rila.



Lo que observamos era esencialmente una reconstrucción del siglo XIX, ya que el monasterio sufrió un devastador incendio en 1833. En 1835, gracias a las donaciones llegadas desde todos los rincones de Bulgaria y desde Rusia, se inició la reconstrucción. La fama y el prestigio de Rila facilitaron mucho la recaudación para financiar los trabajos. Lo único que resistió de aquella versión anterior fue la torre de Hrelyo, construida por el señor feudal Hrelyo Dragoval en 1334. Quizá fuera una torre de defensa.



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