Como en otros países europeos, durante
la Edad Media, la cultura se desarrolló en los monasterios, que habían
florecido por todo el territorio. Con la irrupción de los otomanos, la Iglesia
ortodoxa fue la garante de la conservación del idioma y la cultura búlgara. De
los monasterios saldrá esa cultura con un nuevo espíritu nacionalista para
impulsar decididamente el resurgimiento nacional y, en definitiva, la
liberación e independencia.
Los monasterios fueron fundados
en lugares alejados del mundanal ruido, en los valles de las montañas,
difícilmente accesibles, como células independientes que congelaran el tiempo y
la fe tradicional. Allí conservaron libros, documentos, arte, cultura.
El país estaba repleto de
iglesias ortodoxas, como ya había comprobado en Sofía y comprobaría en Plovdiv.
Las más antiguas habían resistido milagrosamente al tiempo y a la dominación
otomana. En el siglo XIX, aprovechando la debilidad turca, hubo un fervor
constructor.
Las iglesias estaban decoradas
con frescos e iconos que cubrían completamente sus muros, arcos, cúpulas y todo
lugar que lo permitiera, ofreciendo una lectura fácil para un pueblo fervoroso
pero analfabeto. Ese inmenso patrimonio había llegado hasta nuestros días.
El otro elemento destacado de
los templos ortodoxos era el iconostasio, que separaba el presbiterio, el
ábside, del resto de la iglesia. Esa zona, a la que se accedía por las puertas
sagradas, en el centro, era patrimonio exclusivo de la jerarquía eclesiástica. Los
feligreses tenían vetada esa parte, la más sagrada, la más secreta. Solo se
intuían los frescos de su parte superior.
Los iconostasios eran
habitualmente de madera finamente tallada, negra o dorada. También encontré de
mármol y alabastro, como el de la catedral de Alexander Nevsky. Los iconos que
los adornaban en bandas superpuestas seguían un esquema bastante habitual,
aunque con lógicas variantes. A la izquierda y la derecha de las puertas
sagradas, la Virgen y Cristo (o un icono de la iglesia o de su patrón); a sus
lados, los soberanos. Sobre ellos, la Déesis, la plegaria o súplica: Cristo en
majestad llevando un libro y flanqueado por la Virgen y San Juan Bautista, ángeles
y santos. Se encuentra también en el arte bizantino, románico y gótico. Más
arriba, las fiestas litúrgicas. Sobre ellos, los profetas y en la parte
superior los patriarcas. Lo remata todo una cruz de tres brazos con el inferior
inclinado, una variante de la cruz de Jerusalén o de nuestra cruz de Caravaca.
Quien sepa cirílico tendrá más
fácil saber quién es quién en cada una de las representaciones.
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