El kan Boris I necesitaba un
elemento que aglutinara a búlgaros y eslavos y ese elemento fue el cristianismo,
que se unió al idioma y la cultura eslavas para cohesionar el Primer Reino Búlgaro.
Corría el año 865. Crampton, en su Historia de Bulgaria, destacaba que
su objetivo fue “evitar enfrentamientos militares y, sobre todo, para aliviar la
presión de los ejércitos bizantinos… Podía esperarse que la conversión
contribuyera a estrechar las diferencias entre los dos grupos étnicos de
Bulgaria”. La división entre cristianos y paganos podía ser utilizada por sus
enemigos.
Esa comunidad cristiana búlgara
formaba parte de la iglesia bizantina que no podía nombrar patriarca o elegir
obispos. La iglesia bizantina podía socavar el reino búlgaro. Por ello, Boris
tanteó la posibilidad de quedar bajo la autoridad de Roma, la gran rival de
Bizancio. Tampoco Roma estaba dispuesta a conceder el derecho a nombrar
patriarca y obispos. La organización de la Iglesia búlgara fue regulada por un
consejo en el 870. A la cabeza quedaría un arzobispo nombrado por el patriarca
de Constantinopla.
En el año 896 fue firmado un
acuerdo entre Simeón el Grande y el Imperio Bizantino por el que se le
reconocía el título de basileus o zar y la independencia de la Iglesia
búlgara.
El desarrollo del alfabeto
cirílico contribuyó especialmente a la difusión del cristianismo en los
Balcanes y Europa oriental. E impidió que los búlgaros fueran absorbidos por
los griegos al sur y los francos al este. En Ohrid, actualmente en Macedonia
del Norte, San Clemente creó una escuela que impartiría diversas materias y que
atrajo a más de tres mil estudiantes que difundieron la fe cristiana en eslavo.
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