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Un paseo por Sofía y Plovdiv 31. La iglesia de Boyana: entorno y exterior.


 

Llegamos a la iglesia de San Nicolás y San Pantaleón unos minutos antes de que abrieran. Lo aproveché para asomarme por los alrededores que quedaban al otro lado de su tapia. Era, sin duda, un lugar apacible, un lugar especialmente adecuado para la meditación y el retiro. Las casas que asomaban en el bosque habían respetado ese aislamiento, ahora relativo.

El jardín era como la zona de exclusión del mundo del pecado. En él destacaban tres esbeltas secuoyas californianas que se perdían en las alturas hacia el cielo. Quizá ellas también pretendían gozar de la espiritualidad del lugar. El sol, ya protagonista, se animaba a filtrarse por las hojas en un hermoso efecto cromático. El ámbito me pareció de una belleza serena.



La iglesia de Boyana se había desarrollado en tres fases desde el siglo XI al XIX. La primera coincidía con la capilla coronada por la cúpula. La segunda, del siglo XIII, era la ampliación con un nártex cubierto con una bóveda de cañón. Sobre ella, la iglesia de San Pantaleón, a la que se accedía por una escalera exterior. No era visitable. El nártex exterior, con una pequeña exposición de objetos y frescos, era del siglo XIX.

Al exterior, era una sencilla construcción de ladrillo visto, sin decoración, salvo el marco de la puerta. Ésta era muy baja. Según nos comentó Lubomir, para evitar la fea costumbre de los otomanos de penetrar en las iglesias con los caballos, lo que suponía una profanación imperdonable. También, para que cualquiera que quisiera entrar tuviera que realizar inconscientemente un homenaje a Dios humillando la cabeza, presentando sus respetos al penetrar en su casa. La cúpula y el ábside concitaron nuestra admiración y nuestras fotos.


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