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Un paseo por Sofía y Plovdiv 29. Algunos datos del país.

 


Tomamos la carretera en dirección sur, hacia Grecia. A los lados, buenos edificios de acero y cristal que denotaban el desarrollo económico. La inversión en los últimos años había sido potente. La democracia y la incorporación a la Unión Europea habían logrado, una vez más, el milagro búlgaro. En su contra, una corrupción galopante.

Mientras avanzábamos hacia Boyana, Lubomir compartió algunos datos del país, que fui cotejando posteriormente con la ficha-país elaborada por la administración española. El país era algo más grande que una quinta parte de España, 110.993,6 kilómetros cuadrados. Su población era algo superior a los siete millones de habitantes (7.245.000, según el informe de la Oficina de Información Diplomática, a 2013). Curiosamente, en 1934 la población era muy similar, 7.100.000 habitantes. La población disminuía de forma leve y constante por el descenso de la natalidad (salvo en la etnia gitana) y por la emigración. Se calculaba que en las últimas décadas habían abandonado el país unas ochocientas mil personas. En España vivían unos ciento veinte mil búlgaros. Castilla-León acogía a unos veinte mil.



La religión principal era la ortodoxa, con un 76 por ciento. Los musulmanes suníes alcanzaban el 10 por ciento. Los católicos estaban por debajo del 1 por ciento. La esperanza de vida era de 73,6 años.

Sofía contaba con millón y medio de habitantes. Su población se reforzaba con otro medio millón que todos los días se desplazaba a trabajar en la capital. Esa entrada masiva se notaba en los accesos y el transporte público en las horas punta de entrada y salida.

La renta per cápita era de 9.857 euros en 2021. El salario laboral medio era de 4.379 leva, en 2021, un 11,59 por ciento mayor que en 2020, el año de inicio de la pandemia. Estábamos hablando de unos 2200-2300 euros al año. Haga el lector cálculos sobre su forma de vida con ese dinero. El desempleo en 2021 era del 4,8 por ciento. La inflación para 2023 se preveía en el 5 por ciento debido a la guerra de Ucrania, el aumento de los precios de la energía, de los cereales y fertilizantes. Su dependencia energética de Rusia era evidente, por encima del 90 por ciento. Los rusos les habían cerrado el grifo por alinearse con Ucrania, como era su deber al formar parte de la OTAN. Los datos no eran muy alentadores. Se vaticinaban malos tiempos para los búlgaros.

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