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Un paseo por Sofía y Plovdiv 24. La catedral de Alexander Nevski III.

 


En un banco, una pareja dialogaba con un sacerdote y me puse a hacer elucubraciones sobre el contenido de su encuentro, quizá una boda. Un par de empleados ejecutaban una reparación de urgencia. Yo miraba para todas partes, quizá buscando que Dios me hablara. Paré y reflexioné. Di una segunda vuelta.



Un paisano me mostró la efigie del kan Boris I, quien en el siglo IX se convirtió al cristianismo, al igual que sus súbditos, como era costumbre. Él fue quien invitó a los monjes Clemente y Naum a difundir su fe y dar preeminencia a la lengua eslava. Tradujeron la Biblia al eslavo, para lo que crearon el alfabeto cirílico. Desde aquí se difundiría al mundo eslavo, a los Balcanes. Recordé mi estancia en Macedonia del Norte, al lago Ohrid, a donde se asomaba el monasterio de San Naum. A la ciudad de Ohrid y el monasterio de San Pantaleón, la universidad donde se formaron los clérigos que difundieron la fe cristiana por el Este de Europa. Allí estaban parte de las raíces búlgaras.



Solo al repasar la guía tiempo después me di cuenta de que no había visitado la cripta y su magnífica colección de iconos. Para otra ocasión. Querido lector, tú no te lo pierdas.

Emprendí el regreso. Cerca de la Asamblea Nacional había un pequeño grupo de manifestantes bastante pacífico y bien controlado por la policía. No les presté demasiada atención y no me enteré de sus reivindicaciones. Casi rehice el camino anterior y en media hora estaba en el hotel.

No descansé todo lo necesario: respondí mensajes, envié fotos y vídeos y me tumbé un rato.

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