A unos cientos de metros
terminan las rocas. Más arriba se perfilan unos chiringuitos y un hombre me
anima a visitarlos mañana.
Varios lugareños de cuerpos
portentosos hacen ejercicio y ponen a tono su maquinaria humana. Más allá, una
pachanga entre dos equipos de fútbol. Uno de los jugadores lleva una camiseta
de España. Al girarse veo que el nombre está en chino. ¿Como habrá llegado
hasta allí esa peculiar camiseta?
El infinito de la playa me atrae.
A la izquierda se perfilan los árboles compactos del parque Bijilo, el de los
monos del inicio del viaje. Se alza la niebla blanda que provoca un efecto de
espejismo en el desierto.
Regreso asimilando imágenes,
paladeando la brisa cargada de sol y juventud, de un mundo tan sencillo que
sobre él se podría construir el paraíso. Si no es ya el paraíso.
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