Un aire suave de amante tímido
acaricia mi piel que se va secando con parsimonia.
Si algún día me pierdo, que me
busquen junto al mar. El Mediterráneo es mi mar más cercano y conocido. Sin
embargo, he mantenido idilios con otros mares y océanos y no recuerdo ahora
ninguno que rechazara. Observo la marea ascendente que, sin prisa, avanza
líneas hasta hacer desaparecer la exigua orilla que está limitada por una
poderosa línea de rocas. Las mareas altas destruirían lo más inmediato, las
instalaciones del hotel, sin esa barrera antiestética. La erosión del mar se
comería el negocio.
Mar, Alicia, Isa y Miriam se
animan a un baño y las acompaño. Necesito refrescar mi mente y sacarla del
sopor en que se ha sumergido al ahogar las preocupaciones. Hay que meterse
bastante para que el agua llegue al pecho. Verifico de forma sencilla que no
hay resaca. El reflujo es suave. Poco después me entretengo con las olas,
planeando sobre ellas. Son más vigorosas de lo que parecía al principio. Rompen
a varios metros, por lo que me adentro algo más y busco el punto de encuentro. Tengo
suerte y… ¡zas!, me arrastra hasta la orilla. Es una de mis aficiones
favoritas. Repito varias veces, se incorporan al baño Francesc, Ángel y Tomás.
Disfrutamos con la algarabía de sus bromas.
El mar nos ha acogido, nos ha
purificado, nos ha vapuleado con la ternura cariñosa de una madre y nos ha devuelto
la estabilidad necesaria. Nada grave, ya que lo único que acumulamos es
cansancio y algo de sueño que puede erradicarse en cualquier momento.
0 comments:
Publicar un comentario