Arquitectónicamente, el arco no
aporta nada especial. Es un excelente mirador sobre la ciudad y su entorno, la
desembocadura del Gambia y el mar. Esa es su principal virtud. Miriam saca las
entradas y empezamos a subir por una escalera de caracol. El mantenimiento del
edificio deja un poco que desear y el ascensor debe llevar bastante tiempo sin
funcionar. Una pena porque transmite una mala imagen del país.
La ciudad es bastante plana, sin
edificios que sobresalgan por encima de los demás, salvo los dos minaretes de
la mezquita central. Es una sucesión de edificios de dos o tres plantas con
tejados marrón claro tirando a rojizo de chapa. El cielo es gris y en algunos
sectores se alzan difusas masas de humo. Hacia un lado se dibuja el río y hacia
el otro el mar con unas agradables playas. Los árboles marcan el trazado recto
de las calles. Algunos barcos flotan perezosos rompiendo la uniformidad del
agua.
Identifico un edificio redondo como
el Tribunal Supremo. Al lado, el High Court y un poco más lejos la
escuela de derecho. En un campo de tierra juegan al fútbol. Hay amplias
extensiones sin edificar.
Una de las salas ha sido
habilitada como espacio expositivo. Lo que fue edificado como exaltación de la Revolución
de 22 de julio acoge unos paneles que denuncian la represión de Yahyá Jammeh. Un
cartel, con la bandera al fondo, recoge una foto con Jammeh, al que identifican
como presidente, y al anterior presidente, Dawda Jawara. Es como si no hubiera
ocurrido nada y el tiempo se hubiera congelado en los tiempos del dictador.
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