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En Gambia no pasa nada 87. El mercado de artesanías de Brikama.

 


Antes de comer vamos al mercado de artesanía de Brikama. En contra de lo que suele ser habitual en este tipo de mercados es un lugar tranquilo. La quietud queda alterada por algún martilleo sobre la madera, el aroma de ésta que flota en el ambiente y las risas de unos niños que tratan de charlar un rato. No les hago demasiado caso y ellos tampoco se esfuerzan mucho. Les llama la atención mi cámara que en cuanto pongo hacia abajo saca toda la trompa del objetivo.

Tengo la fea costumbre de que al comprar mi primer recuerdo mi instinto consumista se excita y acabo puliéndome la pasta en un instante. Esta vez no será una excepción.



Los vendedores de cualquier mercado popular del mundo son infinitamente más avispados que los directores de ventas de las grandes multinacionales. Detectan inmediatamente quién es un potencial vendedor y atacan de frente con una maniobra envolvente. En el fondo, el comprador está maduro para aflojar el bolsillo.

Miriam no nos ha llevado constantemente de tiendas o fábricas, como hacen otros guías y turoperadores. Los españoles no entendemos un viaje sin compras. No es mi caso. Nos ha dado tiempo para acercarnos donde queramos, nos ha dado unas pequeñas instrucciones y no ha insistido mucho en este capítulo. Está claro que han erradicado las comisiones.



Voy avanzando y todos los vendedores me invitan a entrar en sus tiendas, pequeñas, abiertas y sencillas. No soy una excepción: invitan a todos los del grupo. Insisten, lo normal en su profesión. Es una cuestión de honor. Saben que si entras han avanzado bastante. Si tomas una pieza son conscientes de que te la llevarás.

-Solo mirar. No pasa nada -es su consigna, que expresan con gracia en un muy decente español.

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