Antes de salir visitamos las
otras estancias que ayer estaban cerradas. Nos acercamos a la escuela, que luce
el emblema “Education for Peace”. Su fachada informa de los
patrocinadores españoles y exhibe unos dibujos de escenas cotidianas que me
parecen un anuncio de civismo.
La escuela la ocupan media
docena de niños perfectamente aseados y arreglados. La dignidad empieza por la
buena presencia. Recitan una y otra vez una letanía escrita en inglés en la
pizarra. Una niña marca en el encerado con un puntero el ritmo del recitado. A
todos nos recuerda nuestros años mozos.
Nos sentamos con los niños y
rompemos un poco su disciplina. También les servirá de distracción por un rato.
No todo va a ser el deber. La profesora mira desde el fondo en silencio, un
tanto halagada por recibir visitantes que se interesan por su labor.
Me gustan los murales y las
ilustraciones. En las estanterías se acumula el material escolar.
Los niños, de diversas edades en
preescolar, acceden a una educación que sin la ayuda de la Fundación Kalilu y
sus patrocinadores y donantes sería imposible. Salimos con orgullo.
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