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En Gambia no pasa nada 78. El sueño de Kalilu.


 

Jirong, el pueblo de Kalilu, fue un importante centro cacahuetero. En la década de los 90, los comerciantes de la zona decidieron trasladarse a la capital, a Banjul. El pueblo fue languideciendo al ritmo marcado por la emigración. Quedó deshabitado y la naturaleza no tardó en devorar el espacio ocupado por el hombre.

Kalilu fue también un emigrante, aunque le tocó vivir su aventura de una forma ilegal y salvaje. Soñó con alcanzar Europa y lo consiguió tras tres intentos, dos años, 17.000 kilómetros recorridos de todas las formas imaginables y todas las tenebrosas penurias que cualquiera pueda plantearse. De Canarias saltó a Cataluña y allí encontró la estabilidad económica y personal. También el amor. Regularizó su situación y lejos de olvidar sus raíces aprovechó su experiencia para ayudar a las gentes de su país y, especialmente, de su pueblo.


Regresó a Gambia e inició la búsqueda del pueblo en que había nacido y donde transcurrieron sus primeros años de vida. No fue fácil porque había desaparecido y estaba bajo una densa capa de matorrales, bosques e intrincadas ramas que impedían el acceso. Trató de orientarse entre aquella jungla y se abrió camino a golpe de machete. Con fe logró localizarlo, lo desbrozó y se puso manos a la obra para revitalizarlo. Iniciaba su sueño de ayudar a sus congéneres. 

Essa se ha empleado con toda la pericia que le caracteriza para atravesar la senda polvorienta que nos lleva hasta Jirong. Al final de la misma respira una pequeña aldea habitada por unas cincuenta personas que hacen realidad el proyecto de Kalilu. Hace un año inauguraron el orfanato. Funciona también un colegio que forma a los niños para enfrentarse en las mejores condiciones a un mundo que ha pasado a ser esperanzador gracias a este personaje al que no tendremos la suerte de conocer en persona. Regresará cuando nosotros hayamos partido. Nos recibe su hermano, Alija.

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