El pequeño e interesante museo
está instalado en una construcción, cómo no, circular, como si fuera una de las
chozas de los campesinos cercanos. Es muy sencillo, con pocos medios, aunque
con un cariño desbordante que capta nuestra atención. La información es muy
valiosa y didáctica. Estudio las fotos antiguas, los dibujos o las maquetas en
unas vitrinas. Los esquemas permiten una visión cenital y de conjunto.
Estas estructuras, que se
construyeron con medios muy básicos y herramientas rudimentarias, denotan la
existencia de una sociedad organizada y jerarquizada. Había que dedicar muchos
medios humanos para estos proyectos. Siervos o esclavos. Estas “casas de los
muertos” tenían una vocación de permanencia, no eran efímeras. Por eso se
utilizaba la piedra, para que duraran hasta la eternidad. La piedra quedaba en
este mundo transitorio, con el cuerpo. La eternidad, que llegaba tras la
muerte, arrojaba al espíritu hacia otro mundo.
Estos megalitos se asociaban con
los equinoccios y exigían ritos propiciatorios que se celebrarían en estos
lugares caracterizados por su sacralidad y energía. Se equiparaban a templos o
eran los propios templos. Atraer la intercesión de los espíritus de los
ancestros para obtener buenas cosechas o la contención de catástrofes garantizaba
la supervivencia del colectivo.
Los billetes de 50 dalasis reconocen
la importancia de Wassu.
0 comments:
Publicar un comentario