Vamos recorriendo ese espacio y examinando
los círculos de Wassu. Elucubramos, teorizamos. Al alcanzar el círculo más
alejado animo a mis compañeros a que unamos nuestras manos y formemos también
un círculo buscando la energía telúrica del lugar, que resalta Miriam. Cada uno
lo interpreta a su manera, con humor, con convicción, dejándose llevar. Reconozco
que no soy un gran convencido en estos temas, quizá por mi ignorancia, pero el
lugar desprende algo especial que se debe de canalizar al cuerpo y al espíritu.
Comento que en la antigüedad
toda manifestación artística respondía a una razón de ser. No se juntaban unas
columnas porque sí, por el mero placer de ocupar una zona de un campo aislado.
Si se plantaron de aquella forma, y se dispuso que fuera en círculo y no con
otra representación, es porque esa organización simbolizaba algo importante,
esencial, ritual. Quizá el círculo, con la tumba en el centro, se asociaba con
el ciclo de la vida, con la muerte que nos traslada a otro ámbito, a la vida
ultraterrena, eterna, a una reencarnación. El círculo suele asociarse también
con símbolos solares. Hablamos sobre estos aspectos María Antonia y yo. También
sobre la relación del cuadrado y el círculo en las pilas bautismales, en las
estrellas de cuatro puntas o los octógonos, fusionando los ámbitos humano y
divino. El mundo mágico da para toda clase de teorías, aunque algunas sean muy
descabelladas.
¿Y si el círculo de columnas
fuera una muralla espiritual para separar lo terrenal de lo divino, de lo que
perdura, de la vida eterna y la resurrección, para que el mundo contaminado no
entrase en el de la pureza?
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