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En Gambia no pasa nada 100. Represión.


 

Recorro los paneles que recogen las historias de ciudadanos gambianos represaliados. Los testimonios son sobrecogedores. Miro a los ojos de esas personas que perdieron a seres queridos en circunstancias horribles.

En el artículo de El País de 13 de julio de 2020, Gambia, los horrores ocultos de la dictadura silenciosa de África, de José Naranjo, recogía el desarrollo de las investigaciones de la Comisión de la Verdad, la Reconciliación y la Reparación (TRRC, en sus siglas en inglés). “Muchas de las víctimas eran su gente más próxima, estaba obsesionado con los complots. Formar parte de su guardia de corps era una profesión de alto riesgo”. Llegó a ejecutar a su propio hermano. Bastaba manifestar públicamente desacuerdo a alguna decisión suya para ser detenido y torturado, como le ocurrió al imán Baba Leigh. Le apalearon durante nueve días y le enterraron vivo para que delatara a otras personas. Simplemente porque manifestó que rechazaba la ejecución de nueve condenados a muerte.

Recogía el periodista de El País unas declaraciones del Secretario Ejecutivo de la TRRC, Baba Jallow:

La dictadura de Jammeh fue brutal, de una crueldad tremenda, comparable en sadismo a la de Idi Amin en Uganda. Ordenó cortar en pedazos a personas, hubo castraciones, violaciones y abusos sexuales reiterados, se electrocutó a detenidos en horribles sesiones de tortura. El sufrimiento generado fue enorme.

La lista de víctimas de su implacable maquinaria del terror fue inmensa, destacaba Naranjo: “opositores, periodistas, miembros de su propia familia, soldados a los que acusó de rebelión, emigrantes, homosexuales, mujeres tachadas de brujas, líderes religiosos y chicas jóvenes fueron sus víctimas”. Una de sus parientes creó una red de captación de chicas que formaban el harén forzado del presidente.

Aseguraba que podía curar el sida con ungüentos y brebajes de su creación y efectuó una auténtica caza de brujas. Vamos, un iluminado.

Cuando leí que había sacado al país de la Commonwealth y declarado la República Islámica me parecieron meras anécdotas de un excéntrico que concentraba su perfil psicópata en mayores horrores.

Aún había partidarios suyos que pedían la vuelta del dictador alegando que nada se había probado sobre su participación en tamaños crímenes.

Bajamos por la escalera de caracol en silencio.

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