Los chimpancés se extinguieron
en este archipiélago fluvial. Dos mujeres europeas, de las que no he logrado
encontrar más datos, iniciaron un proyecto en 1974 para reintroducirlos. Puede
imaginar el lector el esfuerzo y la fe que pusieron en ello. Empezaron con ocho
ejemplares que cinco años después formaron un colectivo de un centenar
distribuido entre tres de las islas. El gobierno, consciente del interés de los
visitantes por la naturaleza potenció el proyecto.
Nos comentan que los encargados
del parque conocen a todos los ejemplares, que reconocen por su rostro y otros
trazos, y a los que hacen un constante seguimiento. Les llevan comida que sirve
para controlarlos. Si no aparecen durante un máximo de tres días no se
preocupan. Transcurrido ese plazo toman medidas. Si necesitan alguna medicina
se la ponen en la comida. Por supuesto, su alimento principal lo obtienen del
bosque. Los cuidadores no entran en la isla. Ésta está habitada por otros
animales, como antílopes y algún leopardo.
Detectan una hembra bastante
oronda, quizá embarazada, con otra cría. Otro macho se mueve por los árboles,
agita las ramas y desaparece. La madre amamantará a su cría durante tres años.
Posteriormente, durante otros dos, le mostrará el entorno para que se pueda
independizar. Los chimpancés pueden vivir unos cincuenta a cincuenta y cinco años.
El más longevo en la colonia ha cumplido cincuenta y tres años.
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