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En Gambia no pasa nada 63. Una siesta y un problema con la hora.

 


Una anécdota nos ha ocurrido a varios del grupo. Los teléfonos marcan la hora con ocho minutos de diferencia. Llego tarde, lo que les extraña porque soy puntual. Han mandado a Isabel para que nos recogiera a Mar, Alicia y a mí. Les muestro el reloj: marca las 15,58, dos minutos antes de la hora. Elucubramos y mantengo que al no tener datos (no me he conectado a la wifi en dos días) mi ubicación para actualizar el teléfono y el reloj, que van interconectados, sigue estando más al oeste, en el lugar desde el que salimos. Francesc es escéptico sobre esa explicación. Con la conexión se actualizará correctamente.



He aprovechado el rato después de comer para una breve siesta. El lodge es sencillo, magníficamente localizado frente al Gambia, tratado con cariño. La habitación es más amplia que la de anoche, con cama kingsize en que sería fácil perderse. Hace un calor espantoso que he combatido con el ventilador del techo. Me he sentido a gusto con mis pensamientos y recordando algunos de los lugares.



Frente al río siento que el lugar es aventurero, con algo de romanticismo de otro tiempo, peliculero. En cualquier momento espero que aparezca Stewart Granger vestido de safari o algún tipo con salacot, muy colonial. El colorido de la escena quedaría difuminado por la mala conservación del celuloide. Para ambientarlo mejor, el agua del baño salía con penuria, como un chocolate desleído, lo que no impide ducharse. Se me ha ocurrido lavar unos calcetines blancos y han adquirido un color marroncito que hace que me plantee tirarlos.

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