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En Gambia no pasa nada 62. La comisaría, el platero y al otro lado del río.


 

Leí que Janjanbureh contaba con una de las mayores prisiones del país. Contrasta con la tranquilidad del lugar, que confirmamos en la comisaría. Miriam es amiga del inspector, que nos invita a entrar en las dependencias, nos muestra el libro registro y remarca la baja delincuencia. No suele haber más de una actuación al mes. Las celdas están vacías y aprovechamos para visitarlas. No me gustaría probarlas.

Esa tranquilidad se manifiesta en las bicicletas aparcadas en el interior. O el coche patrulla en el patio, averiado. El inspector, que es un cachondo mental, nos anima a donar los 200 euros que costaría la reparación. El patio lo cierran las viviendas.



Continuamos recorriendo el pueblo. Sallo nos lleva a un platero. Su taller es primitivo. Sigue trabajando como hace décadas. Nos ofrece té, como marca la hospitalidad tradicional, y nos explica el proceso. Es un buen artesano. Las piezas están tan bien trabajadas que la mayoría picamos. Compro una pulsera para mi sobrina nieta.



Queda poco por hacer en el pueblo. Nos acercamos a la orilla de la isla. Essa ha cruzado por la mañana en el transbordador para que nosotros lo hagamos cuando queramos en las barcas que nos esperan. Todo un detalle para que aprovechemos mejor el tiempo. Nos ponemos los chalecos y disfrutamos de esa breve travesía. El Gambia baja suave y con su tradicional color chocolate. Al otro lado hay una pequeña aldea en donde se acumulan varios vehículos.

Atravesamos una zona de arrozales y nenúfares. Los baobabs siguen protagonizando el campo. En pocos minutos alcanzamos nuestro lodge: Kairoh Garden Kuntaur.



Dejamos nuestro equipaje en las habitaciones y disfrutamos de una comida junto al río a base de berenjenas rebozadas, pasta y una deliciosa salsa con cebolla y verduras. No sé qué es más delicioso si la comida o el paisaje con el ancho y reposado río.

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