Entre 1444 y 1446 salieron unas
cuarenta embarcaciones de Lagos, en el Algarve. La empresa atlántica y africana
fue posible gracias a las mejoras técnicas en barcos e instrumentos. La
carabela fue el navío por antonomasia. Al contemplarlas ahora nos parece una
empresa de locos o iluminados adentrarse en tan terribles aguas con esos
barcos. Evidentemente, muchos fueron el tributo que el océano exigió por
permitir su paso. Así nos lo transmite Pessoa en Mar portugués, en Mensaje:
¡Oh, mar salado, cuánta de tu sal
son lágrimas de Portugal!
¡Por cruzarte cuántas madres lloraron,
cuántos hijos en vano rezaron!
¡Cuántas novias quedaron por casar
para que fueses nuestro, oh mar!
Hasta la llegada de los
portugueses, Gambia formó parte de los imperios de Ghana, Songhai y Mali. El
interés comercial de los mismos se centró en los esclavos, el oro y el marfil
que transportaban a través de las rutas saharianas. Los portugueses se
apropiaron de ese comercio y lo canalizaron por el Atlántico.
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