Designed by VeeThemes.com | Rediseñando x Gestquest

En Gambia no pasa nada 45. Sankulaykunda y los niños I.


 

Miriam y Xavi conocieron a Sallo hace algún tiempo que no me he molestado en averiguar. Sallo regentaba un pequeño restaurante en el pueblo y trabaron amistad. Esa amistad fue creciendo y la mejor forma de honrarla es visitando su pueblo y su casa. Hospitalidad de primer grado.

Una comitiva muy especial nos espera en el camino de tierra que comunica la carretera con el pueblo. Está formada por un grupo de mujeres de todas las edades, condiciones y vestimentas, desde el negro del luto profundo a los colores tropicales. Junto a ellas están los niños, un regimiento. Son mucho menos mirados que las mujeres y se abalanzan en tropel sobre nosotros y con total convicción nos toman de la mano para llevarnos a su casa y darnos de comer. Miriam abraza a Sallo como se abraza a un hermano al que ansiabas volver a visitar.



Antes de tomar la mano de un par de críos hago unas fotos. Los chavales se quedan admirados por la enormidad de mi cámara. Están acostumbrados a los móviles, no tanto a ese pleistocénico aparato que cuelga de mi cuello. Sí, es un poco pesado e incómodo.



Los niños están deseosos de estallar en carcajadas. La risa flota en el patio al que nos conducen. Un frondoso árbol de tronco titánico aporta la sombra balsámica para que esa risa no se desvanezca. Se deja llevar si eres lo suficientemente gamberro para colocarla en los labios de los peques para que arropen toda su indisimulada alegría y espontaneidad. Dan por bueno cualquier gesto: imitar a un león de afiladas garras que se acerca taimado, mostrarles un mono que les mira desde la cámara como si acabara de pasar por un casting (monkey, monkey, gritan y saltan), o los propios rostros de los niños absorbidos por las tripas de ese fastuoso monstruo oscuro que me acompaña. Les encantan las fotos, tanto las que ven como las que les hacen. Sostengo la cámara y poso para ellos con gestos ridículos que arrancan una hilaridad tremenda. Es la eclosión total de su deseo de gozar. Lo siento por el resto, que se han quedado sin niños, salvo los más tímidos, que observan con envidia a los que forman un mogollón en torno mío. Miriam y Miguel Ángel hacen de paparazzis y nos regalan un maravilloso reportaje.



Dejar que los niños se acerquen a mí, es quizá el pensamiento bíblico que se mueve por nuestros corazones. Para un empedernido niñero como soy es un subidón indescriptible. Me encanta ver disfrutar a la chiquillada.

0 comments:

Publicar un comentario