La utilización de sus troncos y
ramas como leña o el corte de sus raíces para extraer las ostras ha provocado
su deterioro. Ahora son arrancadas con un cuchillo. Se respetan los tiempos de
recolección entre marzo y junio para una posterior veda que mejora la calidad
del producto y plantan semillas para regenerar los manglares.
La formación de esas
cooperativas ha permitido alcanzar un precio más justo, de 10 a 75 dalasis la
taza de ostras. Gracias al programa Santander Best África, de la Fundación del
Banco de Santander, se han introducido mejoras. Algo tan sencillo como un
frigorífico ha permitido que se puedan conservar los excedentes y se puedan
comercializar. El plazo de caducidad se alarga.
Una enorme montaña de ostras
sirve para informarnos que las conchas se venden al sector de la construcción
para fabricar cemento.
Acompañados por los niños vamos
visitando el lugar. Nos cruzamos con una señora que descarga una barca.
Nos lo tomamos con calma. El
espectáculo del río es impresionante. Los poderosos árboles distribuyen su
sombra y acogen objetos oxidados. Un burro pasa de nosotros. Unas ovejas se
filtran entre tanto cachivache en busca de un poco de alimento. El tiempo
parece haberse tomado un respiro y no querer avanzar más.
Tomamos las bicicletas y nos
acercamos hacia dos vistosas ceibas que marcan la entrada hacia otro lodge
junto al río. Nos sentamos mirando hacia las aguas, descansamos, tomamos un
refresco. Y dejamos que todo fluya.
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