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En Gambia no pasa nada 34. Excursión en canoa por el Bintang.

Fotos de Miriam

 

Poco antes de las diez y media estamos todos disciplinadamente reunidos en el embarcadero. He decidido dejar el móvil y las gafas en la habitación. Temo perderlos o dañarlos en alguna mala maniobra. Como haya que afinar la vista lo voy a tener crudo. El paisaje de los manglares seguro que me ayuda a desmiopizarme. Lo importante son las sensaciones.

Todos estamos eufóricos, como niños, con espíritu aventurero. África es un continente que exalta ese espíritu que asociamos con nuestra infancia y nuestra juventud, como recordaba Javier Reverte en su libro El sueño de África:

Tal vez África sea el más literario de los continentes en lo que tiene de paraíso perdido y en la sensación de aventura que despierta en quienes han vivido o lo han recorrido en un viaje siempre inolvidable (...) Puede que África nos haga más niños, nos devuelva la sensación primigenia de nuestra debilidad. Y nos transporte de nuevo, aunque en muchas ocasiones sea tan solo una sensación, a la aventura. Quien visita África una larga temporada ya no es el mismo a su regreso. Y se siente empujado a escribir, como si escribir fuera la única forma de descargar la intensidad de sus emociones.

Y hasta el momento de escribir las emociones cargamos con la canoa plana Charito y yo, nos acoplamos en los asientos y nos disponemos a iniciar la excursión. El agua ha subido, como auguraba Miriam, y se convierte en nuestra carretera para explorar los manglares.



Los árboles no son demasiado altos. Trazan unas sombras que dejan un corredor soleado, a veces estrecho. Hay que llevar cuidado al acercarse a las orillas porque las ramas sobresalen y pueden provocar algún desaguisado. En el cielo, las aves salen a nuestro encuentro. Francesc y Tomás se alternan en el uso de los prismáticos y señalan algunas curiosidades: un nido, cangrejos, otros animales, alguna formación curiosa y vistosa. Dicen que algo más lejos se han contemplado delfines.

Charo rema bien y sabe maniobrar, como instintivamente hace en varias ocasiones ya que tenemos tendencia a bascular a la derecha. El que debiera corregir soy yo, el de atrás, el que funciona como timonel, pero nos entendemos perfectamente. Por supuesto, nuestra agrupación en la misma canoa ha generado el cachondeo habitual de que nos casaremos al final del viaje. Les seguimos la corriente para animar más la hilaridad y relajar el ritmo de nuestras paladas.

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