Me he impuesto una pequeña
disciplina cotidiana: levantarme con tiempo para escribir unas líneas antes de
desayunar. No estamos sometidos a dramáticos madrugones con lo que me despierto
a las siete y media.
Pronto me siento muy escasamente
inspirado por lo que abandono mi propósito, me afeito y me doy una refrescante
ducha para terminar de despejarme. Todo con ritmo pausado, como marcan los
cánones de este país que me aporta una paz inmensa.
Mientras recojo un poco la
habitación me pongo el mp3 (sí, soy un antiguo) y unas canciones de Sting. Llega
el turno de If It’s love y siento un chute de optimismo y buen humor,
lógico en una persona tan estoicamente defensora del amor. Me pongo a bailar en
pelotas (espero que no censuren esta parte, aunque mi desnudo integral no sea
para quitar el hipo) sigo el ritmo con todo el cuerpo, alzo los brazos, me
contoneo como una estrella de rock, canto a los síntomas del amor con
veneración, con una sonrisa en los labios. Cualquiera que me vea dirá que me he
vuelto loco. Y es que uno viaja para sentirse loco de contento. Solo necesito una
canción para saltar de desenfrenada alegría. Cocino mi felicidad, bebo tragos
de euforia y observo con tolerancia esos kilillos de más que he atesorado en
estos meses. Sé de dónde vienen mucho mejor que de dónde proceden estas
inmensas y locas ganas de bailar a una hora en que suelo mostrar una empanada
mental lujosamente aguerrida.
La alegría y el amor, como la
felicidad, cuando llegan, hay que entregarse a ellos sin cortapisas, como en un
armisticio pleno, dejarse llevar, bailar hasta que te duelan los pies. No le
busques la razón ni mucho menos la cura. No quiero curarme. Quiero sentir cómo
surgen, cómo me arrebatan, cómo me dejo de malos rollos.
Las siguientes canciones son más
tranquilas. Me pongo los calzoncillos, faltaría más, aunque sé que la
naturaleza me hubiera acogido con cariñosa pasión de la forma en que me trajo
mi madre al mundo, añado una camiseta y unas bermudas y me voy a desayunar, que
mi cuerpo necesita alimento.
No importa que no haya escrito
nada.
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