Con el vaivén del vehículo voy
entrando en trance. El sopor de la comida intenta vencerme. Sin embargo, el
resto continúa la chancleta, esencialmente por filas, entrecruzada después,
ligera, resonante en la caja de la furgoneta. Al estilo del camarote de los
hermanos Marx. En mi cerebro se refleja algo así como:
Buena pregunta, si te soy
sincero yo opino que, ¿dónde dormimos hoy?, qué cantidad de camiones, otro
control de policía, ¿podéis darle al aire acondicionado y dirigirlo hacia el
fondo?, no, hacia arriba, toma, otro bache, yo creí que el paisaje sería más
frondoso, yo ese plato lo hago con un poco de ajito, yo viví allí una temporada
y los fines de semana nos íbamos a, qué carretera tan recta y plana, sí, es un
poco cansina, ¿no me digas?, yo iba al colegio muy cerca, qué casualidad, sabes
ese chiste que dice, me gusta la bici, monto todos los fines de semana con un
grupo de amigos, cuando vendí la casa no quise llevarme nada, la afición me
viene de cuando estaba en la universidad, otro control, madre mía, ¿es normal?,
los del fondo estamos asados, (una sonora carcajada: muy bueno el chiste), en
febrero tengo previsto actuar por vuestra zona, no hay ni una sola nube, me
estoy quedando sin voz, seguro que es por el polvo, no estoy de acuerdo con lo
que dices, en ese viaje lo pasamos muy bien y la comida fue estupenda, me
encantan los baobabs, me gustó mucho el Camino Primitivo, ¿y no se podría venir
con los niños?, yo soy muy tímido, no encuentro mi botella de agua, dónde la
habré metido, qué pena lo que sufre esta gente, viajar es lo mejor de la vida, en
el GPS es como si nos saliéramos de la carretera, qué mercado tan curioso, como
sonríen los niños, ¿falta mucho?
Creo que me he quedado dormido
un rato porque he perdido el hilo de las conversaciones. Intentaré retomarlo.
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