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En Gambia no pasa nada 23. La senda y el museo.

 


Rodeamos la charca por el bosque tropical caminando por un sendero que nos hace gozar de su verdor. Lo más curioso es una enorme ceiba que se prolonga hacia el cielo, acanalada, tanto que entran un par de personas en su interior. La ceiba es un árbol sagrado para estas gentes. Nos acompaña el canto de los pájaros, el movimiento de los monos y algún otro animal.



Unas cabañas circulares acogen un pequeño y bien montado museo etnográfico. En varias fotos muestran eventos históricos recientes. Hay fotos de los dirigentes, visitas de mandatarios extranjeros, los perfiles de las mujeres de Gambia. Seguimos hasta una sección de instrumentos musicales: percusión, cuerda. Y una parte dedicada a tradiciones. Nos gustan los vestidos de los brujos.



Fuera nos esperan los chavales. Compro dos manojos de lápices para los niños. Valen 50 dalasis, menos de un euro. Me acerco a una de las puertas y entrego uno a la mujer que me parece más madura. Me lo agradece con un sencillo thank you. Entrego otro a una señora que regenta un diminuto puesto. Gira la cabeza y lo guarda. No sé cuál será su destino.



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