Fuera nos espera un conductor y
un clima bastante cálido para ser las 2,30 de la mañana. La noche es tenebrosa.
La oscuridad domina el ambiente urbano cargado de pobreza. Las construcciones a
ambos lados son miserables. Las luces son pequeñas pinceladas. Todo está
cerrado.
El hotel Bakotu está cerca de la
playa, de donde procede el sonido de un ambiente festivo, discotequero. Dan
ganas de soltar las maletas y dejarse llevar por la rabiosa animación. El
cuerpo pesa demasiado por el cansancio. Los compañeros que llegaron antes sí lo
han disfrutado.
Miriam, nuestra entusiasta guía,
nos recibe y nos entrega las llaves, nos da las instrucciones para el desayuno
y nos manda a descansar. ¡Vaya sacrificio esperarnos para darnos la bienvenida!
El hotel, organizado en
bungalows de dos alturas en un amplio espacio con piscina, tiene encanto. La
habitación es amplia y sencilla.
Como el sonido se cuela por las
ventanas con mosquitera me pongo los tapones y me arroja a la cama.
Empieza bien el viaje.
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